domingo, 6 de septiembre de 2009

Borregotantes y votantes del mal menor.

Cuando los padres de la democracia española tuvieron que elegir para dar forma a nuestro sistema político entre representatividad y gobernabilidad, apostaron por esta última, condenando nuestra sociedad al bipartidismo.

Esta no fue una opción al azar, sino que estuvo muy pensada y justificada. En ese momento, era necesario que los gobiernos de los años de la transición fuesen lo suficientemente fuertes como para que no se viese truncada la acción de gobierno y para minimizar el efecto sobre la política estatal de los partidos extremos.

El corolario de este teorema es que gran parte de la población votante de este país se ha convertido en borregotante o en votante del mal menor. No creo que sea necesario explicar mucho estos términos, pero voy a intentar profundizar un poco en la motivación psicológica de cada uno:

El borregotante es aquel que vota a un partido sin plantearse otra posibilidad o la abstención (plantearse la abstención no es decir a los amigos o familiares que esta vez me voy a abstener). Es aquella persona que vota al partido como el que va a misa, puedes no estar de acuerdo con el cura de tu barrio, o con tu obispo, o con el Papa, pero ni te planteas hacerte ateo o de otra religión. El borregotante filtra la información que recibe de los medios de comunicación, dando valor de verdad absoluta a la información en consonancia con su ideología y menospreciando aquello que distorsiona su verdad absoluta. El borregotante es una persona muy categórica. Son mentes simples que necesitan dividir el mundo en categorías que quiten complejidad al mundo (cuantas menos categorías más simple es el mundo, por ejemplo, el autista es el que menos categorías hace: yo…los demás). Los seres humanos necesitamos categorías para percibir el mundo, pero si tenemos pocas y estas son excluyentes, lo simplificaremos y distorsionaremos.

Por otro lado el votante del mal menor es aquel que basa su elección de voto, no en el partido al que va a votar, sino en el opuesto. Este votante no solo no suele ver en la política la solución a sus problemas, sino que por el contrario, la ve como la causante de muchos de estos problemas, pero si bien no cree que haya políticos buenos, unos son mucho peores que otros. Este votante es hijo directo del bipartidismo y está muy asociado a ese concepto que tanto oímos en las precampañas: el voto útil, que es a su vez consecuencia directa de un sistema electoral poco proporcional y que es alentado por los dos grandes partidos.

La pregunta entonces es: ¿Es por regla general la sociedad española tan borrega o tan descreída? ¿De verdad hemos renunciado al pensamiento analítico y a la utopía?... Por desgracia creo que sí.

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